Rumbo a Marruecos: un comienzo inesperado

Las chicas estaban listas, Cata viajaba desde Buenos Aires, Karen desde El Salvador y yo era la última en salir desde San Francisco. Pasaríamos una noche en Madrid y a la mañana siguiente volaríamos a Marruecos. Nos encontramos en el Airbnb que alquilamos en Puerta del Sol y salimos a celebrar el reencuentro con cerveza y picada en el Mercado de San Miguel. A la mañana siguiente empezó el viaje, entre un poco de resaca y bastante jet lag salimos corriendo a Barajas. Karen, había perdido su maleta en el vuelo anterior, así que debía pasar a buscarla en otra terminal. Algo jugado los tiempos ya que conociendo Barajas, sólo moverte de una terminal a otra puede llevarte 30 minutos. Así que decidimos separarnos y encontrarnos en la puerta—en el peor de los casos, a bordo del avión. O eso pensamos.

Cata y yo llegamos a la puerta del avión y Karen no estaba. Preguntamos a la chica de la aerolínea quien respondió—"no os puedo dar información de pasajeros". ¿Cómo saber si Karen estaba a bordo? Pues, sólo nos quedaba entrar. Al subir y llegar a nuestros asientos, el de Karen estaba vacío. Estuvimos 15 minutos viendo los últimos pasajeros que abordaban el avión con la esperanza de verla entrar, y nada, Karen nunca llegó. Una vez que pasamos migraciones en Marrakech y buscamos maletas, llamamos a Karen y quedamos en que compraría pasaje para el vuelo nocturno de Ryanair, ¡problema resuelto! 



Nuestro riad era un encanto, situado dentro de la Medina—pero lo suficiente lejos del bullicio de Jemaa el Fna, Riad Dar More bien merece ser llamado un diamante escondido. Era un lugar super romántico, pero que a nosotras nos servía como un nido de relax y comfort que tanto necesitábamos antes de partir al Sahara. Luego de definir el plan con Karen, Cata y yo nos fuimos a recorrer Jemaa el Fna mientras se hacía la hora para irla a buscar. 

El atardecer llegó y decidimos volver, Karen nos había dejado un mensaje en la recepción y de inmediato la llamamos por Skype. La noticia nos cayó como un balde agua helada, ni Cata ni yo podíamos creer lo que nos contaba Karen. "Necesito visa para ir a Marruecos" nos dijo. "Pero, ¿cómo?, pero ¿sabíamos esto, no?" ni Cata ni yo entendíamos cómo llegamos a este punto sin saber este pequeño detalle. Por viajes anteriores yo sabía que Venezuela tenía hasta tres meses de entrada sin visa, y al empezar a planificar el viaje confirmamos que Argentina también. Pero, nunca se nos ocurrió averiguar por El Salvador, y Karen, quien se sumó último minuto al viaje, no se imaginó que tal vez a ella si se la pedían.

Las tres estábamos en shock. No había nada que hacer, Karen no entraría a Marruecos a tiempo para el paseo al desierto. Con el corazón arrugado, y la emoción de irnos las tres al Sahara pinchada como un globo, sacamos de tripa corazón e intentamos hacer lo mejor de la mala situación. Tengo que reconocerle a Karen porque lo tomó como una campeona, en lugar de insultar hasta la mamá del legislador marroquí que agregó a su país a la lista de países que requerían visa, ella, muy serenamente ya pensaba alternativas para no arruinar su viaje. Se quedaría en España y, aprovechando que tenía un amigo en Madrid, tendría compañía hasta reencontrarnos de nuevo en Málaga. 

Así comenzó nuestra aventura en Marruecos, con algo de drama e inesperados sucesos que alteraron nuestros planes, pero que a pesar de todo, no derrumbaron el espíritu aventurero de tres amigas quienes apenas empezaban sus muy esperadas vacaciones. En el próximo blog les contaré lo que se siente vivir como nómada en el desierto, y lo ágiles que son los zorros cuando se trata de encontrar chocolate. 

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